Por Ricardo Forster
La oposición es una corte de los milagros en la que nadie logra, sin embargo, convertirse en el mejor exponente del alma bizarra que parece expresar con una elocuencia inusitada a todos aquellos que desearían, impulsados por la corporación mediática, enfrentarse a un oficialismo que parece contar con el caballo del comisario. Tan escasa y raquítica es la oposición que al propio gobierno le basta con seguir gobernando para garantizarse lo que, a esta altura, pareciera anticipar un cómodo triunfo en octubre. Incluso están los que sugieren que con simplemente hacer la plancha alcanza para dejar bien atrás a unos adversarios que no logran despertar ningún entusiasmo al mismo tiempo que no saben dónde buscar los argumentos que les abran una cierta simpatía pública.
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